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Blog de Leandro Lamor. Apuntes sobre periodismo de agencia
sábado, 14 de julio de 2018
No son muros. Son oportunidades
Leí recientemente que La Vanguardia explora "muros de pago", al igual que otros diarios de prestigio, para su plataforma móvil. The New York Times ya hace tiempo que decidió apostar por más lectores y menos visitas. No tengo nada contra las visitas, pero lo que no entiendo es que los periodistas anden por ahí lanzando titulares para agarrar del cuello al primero que pasa sin importarles que luego, al abrir éste la puerta de la nevera, resulte que no hay contenido.
Ya hace bastante tiempo que pienso que los diarios deben ofrecer gratis aquellos contenidos por los que ya pagan; es decir, los que le suministran las agencias de noticias, y apostar por contenidos propios a un precio razonable por pieza. En vez de mandar a sus periodistas a competir con los agencieros para hacer lo mismo, los diarios deberían enviar a sus periodistas a hacer aquello que nadie está haciendo. Las agencias ya le van a cubrir el flanco de la noticia de actualidad, y además de manera eficiente, filtrada de rumores, contrastada y -me atrevo a decirlo- con unas tarifas más que razonables.
Tan razonables que incluso también de vez en cuando ofrecemos exclusivas.
Si me lo permiten, señores editores, envíen a sus periodistas a buscar historias propias, pónganles en valor y a continuación hagan lo más honesto que pueden hacer por ellos y por ustedes: tasen un precio por su trabajo. El mundo está cambiando y necesita una explicación honesta, fiable y contrastada. Mucha gente ya paga por música, por sus series favoritas. Ahí afuera hay gente que está dispuesta a pagar un precio razonable para evitar la factura ruinosa que le supone andar por ahí todo el día mirando el móvil y acabar siendo la generación más desinformada de los últimos cincuenta años.
sábado, 9 de junio de 2018
Cuando reconocer un error y rectificar fortalece la credibilidad
La razón de ello reside en que un error de agencia arrastra en cadena a todos aquellos medios de comunicación suscritos a su servicio y que se fían a la credibilidad de este proveedor a la hora de publicar sus avances y alertas. Las agencias de noticias son un faro de credibilidad en el actual océano de noticias falsas o medias verdades. La fiabilidad y la rapidez son sus sellos de identidad, por eso el equilibrio entre ambas condiciones son cada día un elemento más importante a la hora de juzgar el trabajo de una agencia.
El otro día la agencia alemana DPA cometió un error en su servicio internacional respecto a una información referente a la política catalana. Un buen número de medios suscritos a este servicio reprodujeron exponencialmente este error. La peor pesadilla para una agencia de noticias se había materializado: ser noticia en lugar de servir noticias.
No obstante, considero que es justo reconocer un gesto que honra a DPA como una agencia de noticias seria y fiable. Lo primero es que, si bien difundió una información errónea por un fallo interno de producción, enseguida supo rectificar, reconocer el fallo y ofrecer la información correcta. Apenas detectado el error, DPA abrió un hilo en twitter pidiendo disculpas, rectificando y ofreciendo la información correcta.
Y he aquí uno de los principales activos de una agencia de noticias: Reconocer el error tan rápido como se transmite una noticia. Ocultar un error es una debilidad, rectificar y pedir disculpas es un gesto de fortaleza y credibilidad. En estos tiempos de noticias que se "descuelgan" o se sustituyen por la versión correcta sin más, como si el lector no mereciera ninguna explicación o como si jugáramos a esconderle la bolita aprovechando que en ese momento no estaba conectado, es de agradecer y reconocer la honestidad y el valor de DPA para no esconderse ni ofrecer excusas.
Detalles como este son los que refuerzan y ponen en valor el esfuerzo de las agencias de noticias por ofrecer un periodismo de calidad, de rigor y honesto.
jueves, 16 de febrero de 2017
Mejor rebuscar en la basura que revolcarse en ella
La sección de verificación tendría dos objetivos claros: desenmascarar la mentira y contribuir a un debate democrático sano. Eso, más o menos, coincide con una profesión que hasta no hace mucho tiempo se llamaba periodismo, sin apellidos y sin posverdades.
Y además contribuirían a restablecer un vínculo con la sociedad más decente -y rentable a medio plazo- que eso que llamamos usuarios, seguidores o followers... un vínculo de confianza y credibilidad con todos aquellos que, entre el tsunami de información que corre por esas redes, vuelva al sano ejercicio de contrastar y verificar si es cierto o no acudiendo a su marca periodística de cabecera. Quizás valdrá la pena pagar un poco por estar informado a cambio de que no nos conviertan en radicales de una u otra causa. El populismo entra gratis pero siempre acaba dejando una factura que acaban pagando las siguientes generaciones.
El periodismo siempre rebuscaba en la basura. Es cierto, pero no es lo mismo rebuscar en la basura que alimentarse de ella, y mucho menos que revolcarse en ella. De tanta basura que corre por ahí debe salir una oportunidad de negocio para el periodismo y -por fin- de un negocio orientado a lo que debe ser el periodismo, a lo que debe aspirar cualquier joven que, desoyendo seguramente a todo el mundo decida dedicarse a esto no para ser activista de una causa o divulgador de sus opiniones, sino por el simple hecho de querer explicar lo que pasa desde una perspectiva profesional. El periodismo es un negocio, claro que sí, pero es un negocio que vive de la responsabilidad y de la credibilidad. ¿O es que sólo pueden ser sostenibles las empresas de comida orgánica?
Pues eso, busquemos entre la basura y saquemos a la luz y denunciemos lo que es basura. Mancharse las manos es necesario a veces, pero lo que sobra es ese perverso empeño en salpicar la porquería por todos los medios que tienes a tu alcance.
El diario Bild, líder en circulación en Alemania, ha reconocido que la noticia que difundió sobre robos y abusos sexuales de refugiados en una "noche de terror" en Francfort fue inventada. Su director ha pedido perdón "por nuestro propio trabajo" y por "sus consecuencias"....
Y lo ha hecho en un mensaje de twitter...
miércoles, 25 de enero de 2017
Robots interpretando a Messi
-Eso está muy bien, ¿pero un robot es capaz de distinguir entre un futbolistas que se cae y uno que se desploma por un infarto?...
Toma esa...
-...Lo llegará a diferenciar -respondió mi interlocutor-
-Pero muchos periodistas perderán su trabajo...
-No, simplemente se adaptarán a hacer otras cosas...
No quise llevar el debate al infinito, pero me quedé pensando:
¿Y qué cosas puede hacer un periodista que no sea explicar hechos y buscar noticias?
En teoría, esos "robots" que harán de periodistas deberían amenazar, básicamente, los trabajos de mesa. ¿O acaso enviaremos robots a ruedas de prensa o a cubrir una campaña electoral?...
Entonces, quizás el único periodismo que tiene futuro es el de calle, el de corresponsal de a pié...
Justo el que peor se paga, el que entre todos hemos convertido en territorio de precariedad; donde se pide antes el carnet de autónomo que el de periodista....
¿No sería el momento de empezar a pensar diferente? Hace muchos años el periodismo se viene desquiciando sobre los procesos y los formatos y se preocupa muy poco por lo que realmente es su activo más valioso: el contenido.
Pero hoy día se paga mejor a los creadores de opinión y de análisis que al que fabrica -sobre el terreno- los contenidos.
Seguiremos pensando en ello
sábado, 12 de noviembre de 2016
El periodismo apenas sabe chapotear en el fango
viernes, 28 de octubre de 2016
El mérito de no ser noticia
domingo, 16 de octubre de 2016
Dos razones por las que creo –y necesito- comprar periódicos
Ya hace tiempo que cuando alguien se cruza con uno de los nuestros lo primero que te preguntan es: ¿Crees que desaparecerán los diarios de papel?
A base de fabricar respuestas más o menos improvisadas en los últimos ocho años, he llegado a sintetizar dos razones –seguro que hay muchas más- por las que creo que los periódicos no sólo tienen asegurada su existencia por una generación –la de quienes aprendimos periodismo leyendo en papel- sino que seguirán ahí por mucho tiempo, quizás no tanto por méritos propios como por deméritos del periodismo digital.
¿Deméritos del periodismo digital? Bueno, digamos que las circunstancias socioeconómicas no ayudan, pero eso lo explica mejor Ernesto Hernández Busto en un artículo publicado recientemente en El País con el título “El periodismo fantasma”.http://elpais.com/elpais/2016/09/16/opinion/1474035906_009562.html
Pero aún a riesgo de que me acusen de periodista vintage, aquí tienes mis dos razones para seguir creyendo (y lo más importante, necesitando) a los periódicos en papel.
1-El diario de papel es todavía el mejor organizador de noticias que conozco. Un periódico jerarquiza y organiza la información de manera que te permite, en un vistazo, comprender el latido de fondo de las cosas que pasan en el mundo. Cuando busco lo mismo en un diario digital veo muchos titulares bailando ante mis ojos como si fuera una caja de bombones en la que cada pieza compite por el color más brillante. Además, ese mosaico digital está lleno de ladrones de tiempo que, indefectiblemente, atraen mi mirada en la misma medida que me nublan el conocimiento: el último posado de la celebridad –o el celebridad- en una playa de las Bahamas, la última frase más o menos estructurada del concursante del concurso de turno, el último truco para comer suchi con elegancia, la boa contrictor que aparece del fondo de la taza del wáter…. Exactamente, las noticias con más clicks del barrio y que –somos humanos- acaban en más de una ocasión venciendo mi curiosidad y alejándome de mi propósito incicial, ese que busco en un periódico: ver qué está pasando de verdad importante en el mundo.
2-Pero la incapacidad –al menos por mi parte- de visionar la realidad –digo realidad, no actualidad- en un diario digital sin caer en mil laberintos y reclamos que distraen mi atención no es exactamente lo que más me lleva a considerar aún necesario que existan diarios de papel. Esta cuestión puede y seguramente será subsanada a medida que el periodismo digital retome su sentido profesional y sepa aislarse y discriminar el tumultuoso ruido de las redes sociales.
Lo que más me preocupa es algo más sutil y que sí creo que está desvirtuando el sentido más noble del periodismo: informar y trasladar a sus lectores una visión plural, equilibrada y democrática de los hechos que conforman la realidad. Concretando: cuando uno busca en el mosaico digital artículos de opinión, tiende –repito, somos humanos- a pinchar a aquellos articulistas que, de una forma u otra, reafirman tus propias convicciones. ¿Ves como tengo razón? Y no cabe duda que el hecho de que alguien con nombre, apellidos y tribuna mediática te conceda la razón crea una agradable adicción….
Pero también tu mirada se hace más pequeña, tu visión más estrecha y tu baremo personal de calidad democrática un poquito más pobre. Al menos los periódicos –los periódicos bien hechos- te ofrecen –ya lo sé, cada día menos- visiones contrapuestas sobre un mismo tema, artículos que no comparten la línea editorial y que, aunque parezca contradictorio, no trasladan al lector más confusión, sino un punto de vista diferente, una ventana abierta que te invita a ponerte en la mirada del otro. No me diréis que eso no contribuye a ir ganando, pasito a pasito, página a página, un poco más de calidad democrática en el mundo.
Hoy por hoy –y es un reto de los periodistas revertir esta situación- los clicks son como aquellas pedradas sin sentido que arrojamos al río para generar más ondas y que de vez en cuando le golpean a alguien en plena cabeza. Con un papel aún podemos construir barcos que se adentran a navegar, a explorar y a descubrir siempre algún detalle nuevo cuando las aguas dejan de removerse y vuelven a ser transparentes.